Recuerdo cuando, no hace muchos años, asistía a los concursos y allí te encontrabas con criadores que bien poco teníamos en común.
Los había que criaban el pájaro característico de FOE, otros que aun teniendo notas continuas no presentaban chaus, ni piaus o muy poco marcados, otros con pájaros precipitados que parecían mestizos con otras razas, otros con pájaros casi discontinuos pero sin pulir. Yo no sé como los jueces no se volvían locos en medio de aquel maremágnum.
En cuanto a la pluma los veías pizarras, blancos, pintos en todas sus variantes, moñas, cobres, amarillos intensos, amarillo limón, anaranjados, verdes....En cuanto al fenotipo los había como lapiceros, grandes como palomos, pequeños, diminutos, otros parecidos a pájaros de postura. Jamás he visto a un juez de timbrado descalificar a ningún ejemplar por no ajustarse al estándar. La ley del todo, o casi todo vale es la que imperaba. Con frecuencia el campeón del concurso en el que participabas no lo quería casi nadie, ni regalado.
Los aficionados al discontinuo, al comenzar los veinte minutos que dura el enjuiciamiento, nos colocábamos cerca de la puerta y en cuando el lote que ponían en la cabina comenzaban a cantar decidíamos si salir por la puerta, como alma que lleva el diablo, en busca de otra sala de enjuiciamiento en la que volver a probar suerte, o si tomábamos asiento.
Afortunadamente las cosas han cambiado y aunque sigue siendo difícil el deleitarse, con algún buen lote de pájaros, existe más homogeneidad en lo que allí se escucha. Estoy hablando de los concursos, cada vez más numerosos y destacables, en los que predomina el discontinuo.
Yo me pregunto a qué se debe este cambio que estamos experimentando y qué se debería hacer para continuar avanzando y qué postura contribuye mejor en esta evolución si la de aquellos que insisten en que todo siga igual o la de aquellos que han decidido que ya está bien y que ha llegado el momento de establecer una reglas claras del juego que permita a cada uno progresar según sus preferencias.