Esta mañana temprano, con las primeras luces y el relente de la noche todavía en ambiente, me ha despertado un jolgorio que me resultaba familiar. Aún en la cama y prestando la atención que un gato al acecho de un pequeño roedor, he escuchado con entusiasmo y con grata sorpresa, porqué no decirlo, algunas notas en los pajarillos que me han me gutado sobremanera. Aún a sabiendas de lo efímero de estos cánticos estivales y dando por hecho que tendrán que evolucionar en aras de un canto completo y adulto, hoy no me quita nadie la alegría y el entusiasmo que he recibido incluso antes de levantarme.
Comprendiendo que el reloj de la vida sigue con su ritmo inmutable, que lo divino no contempla las pequeñeces de lo mundano. La vida y la muerte como las dos caras de una moneda, anverso y reverso de nuestros pasos encaminados hacia ella.
Amigos, hace tiempo comprendí el valor de las cosas que no tienen precio.

Un saludo y una sonrisa.