Cuando yo era pequeño, me cuentan a veces en casa, que mis abuelos me describían muchos de sus pateos, caminatas en aquellos tiempos. Me describían y mostraban las diferentes yerbas, también los nidos y sus formas. Los de canarios del monte, linaceros, pintos, capirotes, mirlos, moros, todos (casi), me describían donde y como eran construidos, ornamentaban todo con matices, simulaban las notas de cada pájaro, jugando con un sentimiento amoroso, reforzando con ello la identidad familiar, siempre tan cercana a la tierra y sus cultivos, a los caminos, a las obligadas mudas de aquellos días y, con estas los nuevos descubrimientos. En los recuerdos de mi infancia, la misma infancia que siempre nos acompaña, atesoro que, en casa siempre existieron compositores en jaulas y una abuela autora de tantas parejas que proporcionaban con cada celo, invariablemente, pollos, montones de pollos. Musicólogos y Fs en una gran parte. Siendo, luego, cambiados, regalados o vendidos.
Y probablemente por todo esto o por añoranza, quizás también por ser testigo de un tiempo no quise quedarme ajeno a la realidad de las jaulas, a la realidad de las composiciones musicales, de su evolución. De los emplazamientos culturales donde se desarrollan las relaciones sociales, la comunicación, las experiencias compartidas. Tomo consciencia del "paisaje enjaulado", de la canaricultura de canto, sus entornos cotidianos, de la realidad de ayer y la de hoy.
Partituras que dialogan entre si, evocando el imperturbable pasado junto al alborotado presente. Música enjaulada que se respira entre composiciones y sus diferentes escuelas. Las jaulas invadidas por criadores que discuten entre ellos o que simplemente respiran diferentes espacios y cosas. Canaricultura retorcida. Y las partituras y la discontinuidad y la dicción y la voz y el repertorio infinito. Antiguos y modernos criadores. El tiempo domesticado, adentro, en la jaula, ahora inhabitable, el social, el musical, todo.
Los criadores, individuos detallistas, a través de sus metodologías expresadas en muchos de los casos de una forma elegante, música ejecutada en cabina por sus creaciones minuciosas, los canarios del canto.
Nuestros talleres de trabajo, voladeras contenedoras del envejecido tiempo, de la música del alma, de nuestras cosas, respirando el aire, el pretendido aire de la contagiosa lentitud. Perciben la importancia de la configuración de nuestros pedigrees, de las prisas y la serenidad conjugadas. El tráfico de información que llena las estanterías, yendo y viniendo, cargada de métodos, por accesos que conducen a la cabina que queda al final de cada estación de cría. Dibujadas estas con los trazos de las escenas individualizadas de los criadores, al ritmo del laberinto de los pentagramas escritos por todas las generaciones de nuestra canaricultura de canto que late viva en cada una de las notas. Mostrándonos que el pasado sigue vivo, "presente en el presente", y para eso se hace hueco entre los criadores tratando de contemplar el espectáculo musical desde la primera fila, creando canciones desde los métodos personificados, ofreciéndonos la música realizada con un estilo muy intimo, tanto en la cabina anual como con el pasar de los años la canción se mantiene imperecedera. Y se nos describen lugares como Canarias, Zaragoza, Asturias, Andalucía, Vich... Lo ancestral y lo doméstico, la canaricultura de canto tradicional y la moderna de la mano.
Cristalizando también las transformaciones en cada uno de los escenarios comunes, las ilusiones que reinan en las voladeras, métodos y mixturas, calima que flota. Paredes vivas que gotean memorias, matices, programaciones, objetivos, esencias. Jaulas de canto, elementos de la canaricultura que reposan aún imperturbables. Creando y recreando canarios apreciados por su gran voz y deseados repertorios interminables que celebren la canaricultura de canto, que atrapen el tiempo con la huella que nos deja la música. Concierto del ayer y del hoy con voz brillante. Canciones a todo color, impregnadas de belleza y del romanticismo y misticidad de los singulares criaderos. Alimentados de todas las dimensiones que conforman a nuestro canario del monte ahora doméstico. Sus raíces, Canarias. Los pueblos que ha visitado y las tierras peninsulares donde artísticamente ha crecido después de cientos de años, convertido en un sueño en expansión, en la consciencia de las cabinas, en la consciencia de los creadores musicales. En la consciencia de nuestra historia amontonada en herrumbrosas voladeras.
Gracias por acercarme a la exposición continua permitiéndome conocer mejor la obra de la canaricultura de canto
Cordiales saludos.